Eduardo Arias

Nació en Bogotá en 1958. Ha ejercido las comunicaciones desde 1980. En la actualidad se desempeña como periodista independiente, colabora en varios medios escritos, entre ellos las revistas Semana, Soho, Bocas y Don Juan.
Está vinculado a Señal Colombia como presentador del programa Todo lo que vemos, trabaja con Vladdo en el programa de opinión y humor Los desinformantes, con Karl Troller realiza la página de humor DiverGente en la revista Gente, y es miembro del grupo de rock Hora Local.
Eduardo Arias

Tumaco
Bibliotecas públicas
Desde hace diez años el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas lleva a cabo una silenciosa revolución cultural en gran parte de los municipios de Colombia. Ha construido bibliotecas, las ha dotado de libros y ha capacitado a sus bibliotecarios. En Tumaco, una ciudad convulsionada por el conflicto y la pobreza, se palpan los alcances de esta iniciativa, cuyos recursos administra Fonade.
Tumaco, Nariño
El poder de la palabra
Eduardo Arias
Nació en Bogotá en 1958. Ha ejercido las comunicaciones desde 1980. En la actualidad se desempeña como periodista independiente, colabora en varios medios escritos, entre ellos las revistas Semana, Soho, Bocas y Don Juan. Está vinculado a Señal Colombia como presentador del programa Todo lo que vemos, trabaja con Vladdo en el programa de opinión y humor Los desinformantes, con Karl Troller realiza la página de humor DiverGente en la revista Gente, y es miembro del grupo de rock Hora Local.
Un grupo de niños de 3, 4, a lo sumo 5 años de edad, leen en silencio sentados en asientos de plástico frente a unas pequeñas mesas de distintos colores. Una es amarilla, otra roja, otra azul. Ellos están concentrados en las páginas ilustradas de los libros que tienen en sus manos. Más que concentrados, lucen maravillados. Nadie los vigila, nadie tiene que pedirles que se comporten o que guarden silencio. Sus blancas y grandes sonrisas hablan por ellos. Saborean cada página, cada ilustración que tienen enfrente. Algunos parecen más atentos a la lectura, otros aparentan estar un tanto distraídos. Pero cada uno a su manera luce feliz y maravillado ante el aún inexplicable milagro de los libros. Leen, miran, pasan páginas, se devuelven para volver a mirarlas. Cuando han terminado su libro lo guardan en su sitio, buscan otro y reinician el ritual. Estos niños que leen por gusto y sin ningún tipo de vigilancia ni de instrucción estudian en el turno de la tarde y aprovechan las mañanas para visitar la biblioteca. Podrían estar pegados al televisor en sus casas o matando el tiempo en alguna esquina del barrio. Pero prefieren aprovechar esas horas en la Biblioteca Pública de Tumaco, que les ofrece la alternativa de entretenerse y divertirse a través de la lectura y la contemplación de libros ilustrados.
Los niños ocupan el espacio que les han destinado, que se ubica en un extremo de la casa que donó el gobierno de Japón y que en su arquitectura simple y austera, con un tejado a dos aguas bastante inclinado, recuerda la arquitectura del Imperio del Sol Naciente. La primera sede de la biblioteca estuvo ubicada en la Casa de la Cultura Municipal, en el centro de la ciudad, en un lugar estrecho y poco estimulante para los niños, quienes compartían el mismo espacio con los adultos y no contaban con mesas de lectura.
Así que con los recursos que le destinó el gobierno de Japón se construyó una nueva sede para la biblioteca en el sector residencial de La Ciudadela. Desde 2009, Tumaco cuenta con esta moderna y amplia biblioteca de 300 metros cuadrados de área construida. A su lado hay un amplio parque con una gran zona verde y canchas de microfútbol. En este ambiente tranquilo y relajado da gusto leer un libro, asistir a una conferencia o desarrollar actividades creativas como, por ejemplo, de teatro o música.
En una estantería de cemento empotrada en la pared de la sala que ellos ocupan están los libros destinados a la primera infancia. En la pared del fondo se ven sus dibujos. En una cartelera denominada “El rincón de los derechos” los niños han pegado dibujos que realizaron en papeles doblados y decorados como sobres de cartas, en los que representaron lo que ellos consideran fundamental en sus vidas. Casi todos los dibujos muestran corazones o escenas de la naturaleza.
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