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En zona rural de Riohacha

dotación de bicicletas

 

En aras de mitigar un poco los altos niveles de deserción escolar, el proyecto Te acerca entregó una dotación de 3109 bicicletas a niños en catorce municipios del país con sus respectivos implementos. En la Alta Guajira muchos niños wayúu fueron beneficiados con este aporte y de ese modo les acercó la educación y les puso en la mira un futuro más prometedor.

 

En Riohacha

Más cerca de la escuela

Alberto Salcedo Ramos

 

Burros rodantes

 

Aristides Epiayú Cijona se jacta de atender a tiempo sus deberes gracias a que tiene “un burro que rueda”: su bicicleta. Ayer, por ejemplo, arreó el rebaño de chivos de su padre, transportó dos cargas de leña para su madre y vendió por las calles de Riohacha setenta paletas de mango que elaboró su tía Rosita. Si anduviera a pie –dice– la tarde no le habría alcanzado para todas esas actividades. La bicicleta, además, le permite ahorrar tiempo en el traslado entre su casa y el colegio: antes cubría la ruta en una hora y hoy, en quince minutos.

 

Dos adolescentes que se encuentran a su lado empiezan a mofarse de él.

—¡No, señor, la bicicleta no es burro, aquí el burro es otro!

— ¡Sí, burro, burro!

—Perdió el examen de sociales.

 

Aristides sonríe, luego extiende un índice acusador hacia el primero de sus dos compañeros.

—No hables, que tú perdiste matemáticas.

 

Aristides, 17 años, piel cobriza, tiene el pelo lacio caído sobre la frente. Calza alpargatas negras y lleva en el brazo derecho una pulsera de piedras exóticas.

 

Los tres muchachos estudian en el Centro Etnoeducativo Número Cinco, ubicado en Anaralito, una ranchería de los indígenas wayúu en el departamento de La Guajira. Como los salones de clases son insuficientes, los catorce alumnos de este grupo esperan al profesor de sociales en un espacio conocido con el nombre de “árbol-aula”. Es una franja de tierra que se encuentra bajo la copa de un trupillo. En la parte de adelante, recostado contra el tronco del árbol, hay un tablero de acrílico montado sobre dos sillas rotas. Aquí casi todos los asientos, a propósito, están estropeados.

 

A las 7 de la mañana el sol ya se ha enardecido en este recodo del desierto guajiro. El rector de la escuela, Hilario Amaya, pronosticó hace un momento un día muy caluroso, quizá de cuarenta grados centígrados a la sombra. La vegetación se ve menoscabada por la canícula: ramas peladas, yerbajos marchitos, hojas amarillentas desperdigadas por el suelo. De vez en cuando sopla un ventarrón que alborota la arena.

 

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Alberto Salcedo Ramos

Barranquilla, Colombia, 1963. Periodista y autor de varios libros de no ficción, como La eterna parranda y El oro y la oscuridad (ambos de Aguilar). Ha dictado talleres de crónica en varios países. Además ha sido incluido en numerosas antologías, como Mejor que ficción (Anagrama) y Antología latinoamericana de crónica actual (Alfaguara). Ganador de los premios a la Excelencia de la SIP (dos veces), Ortega y Gasset de Periodismo y del Internacional de Periodismo Rey de España, entre otras distinciones. Algunas de sus crónicas han sido traducidas al inglés, alemán, francés e italiano.

Alberto Salcedo Ramos

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