Isla Barú
Sazón, ritmo y creación
En esta isla, del municipio de Cartagena, se desarrolla un gran proyecto turístico que pone en riesgo la tradición centenaria de los tres pueblos que la conforman. Para mitigar este impacto y afianzar las raíces culturales de los diez mil habitantes afros, se realizó entre enero y abril de 2013, una original pedagogía interdisciplinaria en música, danza, gastronomía, diseño, memoria y literatura oral.
Barú
“Vamos sabiendo que sabemos”
Arturo Guerrero
Periodista y escritor. Nació en Cúcuta en 1946 y reside en Bogotá. Columnista del diario El Colombiano de Medellín. Autor literario. Ha publicado Anarcoiris. Textos casuales (Tiempo Presente, 1995); Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (Villegas Editores., 1997); El amor bravío (Aurora, 1999); Habitantes de la memoria (Convenio Andrés Bello, 2005); El promontorio dorado (Aurora, 2007) ; Políticas culturales en América Latina (Convenio Andrés Bello y Colegio de México Frontera Norte, Tijuana, México, 2010).
La lancha se toma en el mercado de Bazurto, sobre un muelle tapizado de basura y oloroso a desgreño. Sus dos motores Yamaha de 200 caballos surcan en una hora la bahía de Cartagena sin perder de vista tierra. El ronroneo y la canícula llaman al sopor. Uno sabe que atraviesa el espacio, sin imaginar que también cruza una barrera de tiempo.
Arturo Guerrero

Periodista y escritor. Nació en Cúcuta en 1946 y reside en Bogotá. Columnista del diario El Colombiano de Medellín. Autor literario. Ha publicado Anarcoiris. Textos casuales (Tiempo Presente, 1995); Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (Villegas Editores., 1997); El amor bravío (Aurora, 1999); Habitantes de la memoria (Convenio Andrés Bello, 2005); El promontorio dorado (Aurora, 2007) ; Políticas culturales en América Latina (Convenio Andrés Bello y Colegio de México Frontera Norte, Tijuana, México, 2010).
Arturo Guerrero

Luego de acercarse a una construcción en proceso, a descargar un cilindro de gas, la embarcación se enfila por un canal flanqueado de mangles, esos árboles pardos de muchas patas que parecen caminar cuando nadie los mira. Los pobladores lo llaman ‘el caño del ahorro’, pues es atajo para gastar menos combustible. Ignoran que en realidad es el túnel del tiempo.
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